Wittgenstein y el conocimiento: más allá de la forma y el contenido, Cristopher Hookway, en "Acerca de Wittgenstein", Vicente Sanfélix (ed.), Pretextos, Valencia 1993, pp. 137-148.
[introducción] (137) Las afirmaciones generales describen la estructura general de las clases de cosas que consideramos contiene el mundo, mientras que las afirmaciones cotidianas nos dicen qué suerte de cosas de aquellas clases contiene de hecho el mundo. Las primeras describen la forma de nuestro mundo, mientras que las últimas describen cómo esa forma es cumplimentada en el mundo tal y como de hecho es: las primeras permiten un amplio rango de posibles realizaciones, las segundas indican de aquellas posibles realizaciones ocurren efectivamente.
(138) Las afirmaciones formales de carácter general están presupuestas en las afirmaciones cotidianas, de manera que las afirmaciones cotidianas no pueden utilizarse para mostrar que las afirmaciones formales son verdaderas.
[sentido común] [contra el saber de las afirmaciones tipo Moore]. Es parte de la gramática de "sabe" que las vindicaciones de conocimiento puedan ser desafiadas, y el reivindicar conocer uno se presenta a s¡ mismo como capaz de afrontar tales desafíos cuando surjan [respecto a las frases que se saben y no las del sentido común]. Moore presenta sus vindicaciones de conocimiento como de algún modo bloqueando todas las posibilidades del desafío, por consiguiente él hace la situación confusa y nada clara. La tradición del sentido común no debe usar la palabra sabe para expresar estos compromisos fundamentales.
(141) "Pero no tengo mi imagen del mundo porque me haya convencido a m¡ mismo de que sea la correcta... Por el contrario, se trata del trasfondo que me viene dado y sobre el que distingo entre lo verdadero y lo falso" (SC93-4). No puede disponerse de ningún principio de hablar en favor o en contra para evaluarlas; m s bien son ellas las que provienen los principios que nos permiten decir lo que hablaría en favor o en contra de otras cosas. Podríamos decir: el enfoque de la escuela del sentido común no aprecia completamente la significación filosófica de la distinción entre aquellas verdades que expresan la forma de nuestra imagen del mundo y aquellas que capturan el contenido.
[forma y contenido] Consideremos algunas de las observaciones que hace W. sobre la gente que dice dudar de tales proposiciones. Si alguien fuera a preguntar si la tierra existió hace cien años o no, "yo no sabría lo que tal persona estaría dispuesta a admitir como evidencia y lo que no admitiría" (SC#211). "Es decir, las preguntas que hacemos y nuestras dudas descansan en el hecho de que algunas proposiciones están fuera de toda duda, son -por decirlo de algún modo- los ejes sobre lo que giran aquellas. Es decir, el que en la práctica no se pongan en duda ciertas cosas pertenece a la lógica de nuestras investigaciones científicas" (SC#341-2).
(143) En cada caso la búsqueda de conocimiento es guiada por una serie de conceptos muy generales y principios que están presupuestos cuando planteamos las preguntas sobre la realidad y que determinan lo que cuenta como evidencia para ellas. Las dudas escépticas que sugieren que nuestro armazón puede servir como un obstáculo para que obtengamos conocimiento del mundo se encuentra con la respuesta de que el armazón define lo que la realidad y la racionalidad es. Resulta evidente que las objeciones de W. a la tradición del sentido común lo convierten en un aliado de tales pensadores: la racionalidad se apoya en un andamiaje de afirmaciones que no representan un conocimiento empírico de la realidad sino que m s bien hacen tal conocimiento posible. Sin embargo intentar‚ argumentar que la posición de W. debe ser diferenciada de esta posición también.
[más allá de forma y contenido] (144) Es esta generalidad la que hace natural describirlos como caracterizando la forma de cualquier mundo experienciable: la reflexión sobre esta forma general puede guiarnos en nuestros razonamientos. Quiero sugerir que W. puede ser leído como minando este modo de considerar el asunto. La ilusión filosófica, sugiere W., surge de la incapacidad para percibir que lo que parece una proposición empírica es realmente una proposición gramatical; y las proposiciones gramaticales son claramente, en algún sentido, a priori y necesarias (IF$251).
(145) Es parte de la imagen del mundo que nuestro sistema de conceptos, las discriminaciones hechas posibles por nuestro lenguaje, reflejan los intereses y preocupaciones que tenemos y los rasgos particulares del entorno en el que nos encontramos. Jane Heal expresa esto mismo punto con precisión: "Lo que alguien está pensando nunca es una cuestión de la existencia de algún elemento con el que ‚l o ella está en alguna relación, sino siempre una cuestión de la vida que esta persona está viviendo, y por consiguiente de un papel que ese elemento juega en su vida. Los conceptos son explicables y justificables sólo como elementos de un conjunto que también debe incluir proyectos, acciones, etc." (Fact and meaning, Blackwell, Oxford 1989, 148). "Tenemos un sistema de colores como tenemos un sistema de números. Tales sistemas, ¿residen en nuestra naturaleza o en la naturaleza de las cosas? ¿Cómo hay que expresar esto? -no en la naturaleza de los números o de los colores. ¿Así pues este sistema tiene algo de arbitrario? S¡ y no. Es afín con lo arbitrario y con lo no arbitrario" (Z#357-8). Ellos son arbitrarios en el sentido de que el mundo no exige un único sistema de colores; no son arbitrarios porque el sistema que utilizamos es completamente natural dados nuestros intereses y los hechos generales sobre en mundo en el que vivimos: "Es otro hecho empírico que los hombres cambian sus conceptos, los transforman en otros, si llegan a conocer nuevos hechos; as¡ lo que antes parecía importante llega a carecer de importancia y a la inversa" (Z#352). Nuestro hablar del mundo no emplea ninguna concepción abstracta de la realidad contra la que nuestras prácticas deban ser medidas: somos guiados por nuestras reacciones y por contribuciones que nuestras preferencias hacen al éxito de nuestras actividades m s bien que por principios generales o standards que necesiten ser evaluados.
(146) Por lo general identificamos los significados de las palabras de otras personas viendo a qué las aplican, tomando por garantizado que sus aplicaciones son generalmente correctas. Abriendo una cuña conceptual entre el concepto y su aplicación, los argumentos escépticos emplean una comprensión distorsionada de tales conceptos. Con otras palabras, no nos acercamos al mundo equiparados con un armazón general que aplicamos a cosas particulares de nuestra experiencia. Más bien, las aplicaciones particulares tienen un papel en constituir la práctica conceptual con la que estamos concernidos: los juicios particulares tienen una especie de primacía. [el relativismo como problema para los que introducen una cuña conceptual entre la visión del mundo y los juicios particulares, como si la visión del mundo fuera una estructura de proposiciones justificables por derecho].
Ahora consideremos lo siguiente: "Sin embargo, la fundamentación, la justificación de la evidencia tiene un límite; pero el límite no está en que ciertas proposiciones nos parezcan verdaderas de forma inmediata, como si fuera una especie de saber por nuestra parte; por el contrario, es nuestra actuación la que yace en el fondo del juego del lenguaje" (SC#204). El conocimiento se fundamenta en la acción y la reacción; las m s primitivas clases e utilización del lenguaje son reacciones a formas de conducta. El conocimiento y el mundo sólo pueden ser comprendidos si partimos de una comprensión de la acción en el mundo. Así, el significado de un término aplicado a elementos de la experiencia está fundamentado en hábitos de reacción m s bien que en la aplicación consciente de reglas o normas: la aplicación es la marca de la comprensión; ella no siempre descansa sobre una anterior comprensión conceptual. Ello contrasta con los intentos de los filósofos del sentido común como con los de los kantianos de explicar la legitimidad de nuestras prácticas remitiendo éstas a un cuerpo de opiniones generales (147) o a un armazón conceptual que explica nuestro derecho para llevar adelante las investigaciones en el modo en el que lo hacemos.
Esto no sólo subraya una vez m s que los armazones conceptuales no son anteriores a los juicios particulares, sino que también muestra como la existencia de un sistema de conceptos depende de su ser natural, de su ponernos en una relación harmoniosa con nuestro entorno: los juicios "gramaticales" son "sostenidos firmes por todo en torno a ellos".
Además una proposición puede cambiar su status: hace mil años el carácter plano de la tierra pudo funcionar como parte del armazón, pero ya no lo hace. Como nuestros intereses y actividades se desarrollan, como los hechos generales de la naturaleza cambian, resulta posible dudar de lo que una vez fue indubitable. En la medida en que decimos que los significados de las oraciones cambian de contexto a contexto o a través del tiempo, estos cambios se constituyen cambiando los hábitos de reacción antes que por cambios en los principios de las reglas que, en algún modo, subyacen a nuestra práctica.
Las preocupaciones escépticas descansan sobre los desafíos a la legitimidad de apoyarse en aquellas reglas o criterios: si (148) nuestros juicios sobre nuestro entorno descansa sobre aquellos criterios generales, entonces sólo podemos sentir que estos juicios son legítimos si podemos comprender el derecho con el que usamos aquellas reglas o criterios. Los filósofos del sentido común y los kantianos ofrecen diferentes explicaciones del derecho con el que hacemos esto. De este modo tenemos una historia filosófica que incorpora tres elementos: reglas generales y criterios caracterizando la "forma" de nuestro mundo; una explicación del derecho por el que confiamos en aquellas reglas generales y criterios; y juicios particulares que resultan de aplicar aquellas reglas y criterios en la experiencia. Esto es lo que yo he descrito como la imagen de la forma y contenido. A pesar del aroma kantiano de su obra, W. rechaza esa historia en tres actos: las reglas generales dependen de las aplicaciones particulares tanto como al revés; las proposiciones gramaticales no son siempre proposiciones generales aplicadas a casos particulares y la necesidad de una explicación general de por qué nuestras prácticas son legítimas es rechazada.
"Ahora bien, me gustaría considerar tal seguridad no como algo parecido a la precipitación o a la superficialidad, sino como una forma de vida... Pero ello significa que quiero considerarlo como algo que yace m s allá de lo justificado y de lo injustificado; como, por decirlo de algún modo, algo animal" (SC#358-9). Has de tener presente que el juego del lenguaje es, por decirlo de algún modo, algo imprevisible. Quiero decir: no está fundamentado. No es razonable (ni irracional). Está allí como nuestra vida" (SC#559).
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